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viernes, 20 de enero de 2012

La intervención del trabajador social en situaciones de crisis:


En rasgos generales, es necesario comenzar diferenciando la intervención


enmarcada en un espacio como es la guardia. Las situaciones que se deben abordar se


caracterizan por ser agudas, y en general, en situaciones de crisis los sujetos pueden


encontrarse en estado de shock, confusión, fuerte angustia, ansiedad, etc.


Es por esto que uno de los principales objetivos que persigue la intervención


profesional es la contención del otro, a través de una adecuada escucha y la


construcción del rapport.


La finalidad de este encuadre particular es favorecer que el sujeto logre la


organización del relato, y constituirse en sujeto activo en la comprensión y resolución


de la situación.


Paralelamente se debe realizar un diagnóstico interdisciplinario rápido y eficaz


de la situación problemática: debe valorar el daño sufrido por la persona, si se sigue


encontrando en situación de riesgo y si hay otros que se encuentran en situación de


riesgo que por múltiples razones no han accedido al efector de salud.


Poder realizar una adecuada valoración del daño y del riesgo, requiere formular


preguntas adecuadas, conocer marcos teóricos pertinente e indicadores de riesgo y daño


existentes en relación al problema. Igualmente se debe poseer un amplio manejo de las


leyes, resoluciones y protocolos de atención relativos a las problemáticas a fin de que


las intervenciones se encuadren en torno a los mismos, contribuyendo a garantizar la


adecuada atención, denunciar la vulneración de derechos, favorecer la restitución de los


mismos, y evitar la doble victimización, etc.


La intervención propiamente dicha en este contexto puede incluir:


- La decisión de realizar internaciones por “causa social”.


- Articulación con diferentes instituciones de otros sectores.


- Referencia, contrarreferencia y articulación con el Servicio Social del Hospital y


otros efectores de salud (del área programática y de otras áreas). Tanto en el


caso de que la persona resulte internada o continúe su atención por consultorios


externos del mismo u otro efector, es de vital importancia que los servicios


sociales (u otros referentes de los mismos) cuenten con información detallada de


lo actuado, y se pueda llegar a acuerdos en torno al seguimiento de la situación.


Considerado el caso particular de la violencia de género como disparadora de una


situación de crisis, Velázquez afirma que las reacciones de las personas frente a los


ataques o los efectos que estos provocan, varían notablemente de unas a otras. La


autora considera que los seres humanos poseen formas ilimitadas de reaccionar frente al


sufrimiento. “Todos presentan emociones y comportamientos que muestran el efecto


traumático de la violencia que, indefectiblemente desencadenará una situación de


crisis”16. La noción de crisis presenta dos dimensiones, por un lado el referido al


impacto que produce el hecho violento, y por el otro el trabajo que debe emprender la


mujer para la resolución de la misma.


La misma autora refiere que la mujer agredida experimenta en forma posterior al


ataque un incremento de la ansiedad y la angustia. Vivencia sentimientos de


inseguridad, rabia y miedo; humillación y vergüenza por el hecho violento en que


estuvo implicada contra su deseo. Se siente desconfiada, expresa malestar consigo


misma y contra los demás. Puede llegar a sentirse culpable –en mayor o en menor


grado- por lo sucedido. Puede dudar de las actitudes que tuvo antes o después del


ataque, preguntarse si ella pudo provocarlo de algún modo, o bien considerar que su


interpretación de lo sucedido es exagerada o distorsionada. El miedo y la confusión que


padece luego del hecho vivido la hacen sentir vulnerable y sin recursos para enfrentar la


situación. La autora sostiene que estos sentimientos son la clara manifestación del


sufrimiento que padecen las mujeres tanto en el cuerpo agredido, como en la sensación


de desamparo que el encuentro con la violencia produce.


La violencia en la pareja puede iniciarse como un hecho disruptivo, inusual, pero


la cronicidad que la caracteriza, y el silencio que la rodea, puede contribuir a que resulte


naturalizada, de modo que en tales casos la situación debe ser abordada de un modo


distinto, porque la reacción y el estado de la mujer que llega a la guardia, así como la


percepción del riesgo al que se halla expuesta se encuentra minimizado, detenido, del


mismo modo que la posibilidad de percibir cambios genuinos respecto de la situación


(que puede encontrarse reforzado por malas experiencias previas: denuncias fallidas,


discontinuidad de tratamientos iniciados, etc.). Al decir de Holgado: “…Vemos que por


obra de un suceso traumático que conmueve los cimientos en que hasta entonces se


sustentaba su vida, algunos sujetos caen en un estado de suspensión que les hace


resignar todo interés por el presente y el futuro...”17


Si el profesional lo evalúa como pertinente, y la mujer se muestra de acuerdo, es


posible incluir a sus redes próximas en el proceso de intervención, ellos también pueden


encontrarse en crisis por la situación y el trabajo conjunto posibilita el abordaje del


impacto de la situación de violencia y favorece la comprensión de lo vivido. El objetivo


sería poder constituirlos en verdaderas redes de contención y acompañamiento de la


mujer, ya que si estos actúan desde el reproche, negando o minimizando lo vivido por


ella, solo contribuirán a que aumente el monto de ansiedad, la culpa y la vulnerabilidad


que ella vivencia18.


Al respecto hemos observado que las mujeres que concurren a la guardia por estas


situaciones sin acompañamiento, tienden a retirarse sin completar la atención.

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